Los inicios

Publicado el 15 de marzo de 2024, 20:12

Todos los inicios son duros. Y comenzar el proyecto de gestión de la finca fue un auténtico reto. En 2021, la finca se encontraba en un estado de completo abandono. Hacía más de 10 años, que no se hacían labores agrarias, no se desbrozaba, araba, ni podaba los olivos.  Al abandonar una finca ocurren dos cosas:

 

  • Por un lado, el cultivo principal, el olivo, se desarrolla sin control, sin podas ni cuidado alguno. De esta forma, se vuelve silvestre cubriéndose totalmente de ramas y creciendo en altura en una búsqueda desesperada de la luz. En Coll de la Llena la altura de los olivos había pasado de los 2 a 3 metros idóneos para el cultivo a una media de 6 metros, con árboles que superan con facilidad los 8 metros. Las partes bajas de los olivos se desfolian y se llenan de ramas secas. Líquenes y hongos, en un ambiente tan tupido y sombrío, se desarrollan por doquier. 

 

  • Por otro lado, la naturaleza se vuelve a apropiar inexorablemente del espacio entre árboles, créndose una maraña de hierba, arbustos y zarzales que impiden transitar por el interior de la finca. En el caso de Coll de Llena, la finca se estaba orientando ya hacia un nuevo bosque, comenzando a proliferar incluso arbustos de alto porte, pinos, robles y encinas entre las hileras de olivos. La finca se había vuelto totalmente salvaje e intransitable.

El bosque reclama lo que es suyo. Cualquier terreno de cultivo es bosque degradado y, en cuanto se abandona, la naturaleza vuelve a apropiarse del espacio, sin prisa pero sin pausa, inexorablemente. En poco más de 10 años, la finca había vuelto a un estado salvaje.

 

La cara positiva es que, durante todos esos años, el suelo no había sido maltratado con pases de arado, ni maquinaria pesada. La vida en la finca no había sido contaminada con abonos de síntesis, ni envenenada con herbicidas y pesticidas. La diversidad había vuelto a la finca, los suelos habían comenzado a regenerarse, los insectos y animales campaban a sus anchas, la vida orgánica del suelo estaba en proceso de recomponerse. En estas condiciones, la finca se pudo convertir a producción ecológica de forma casi inmediata, porque era un entorno totalmente limpio de químicos. Conseguimos la Certificación Ecológica en abril de 2021, tras una auditoria del CCPAE. 

 

La cara negativa es que un terreno en esas condiciones no es productivo y debe ser rehabilitado. El reto, pues, era recuperar esas 2,4 hectáreas abandonadas durante más de una década, restablecer el cultivo y volver a hacerlo productivo. Esto requiere todo un conjunto de tareas: se debe desbrozar, desmalezar, eliminar árboles y arbustos, hacer una primera poda de saneamiento de los olivos, triturar los restos de poda, tratar con cobre para gestionar el repilo (hongo del olivo), sacar la leña de la finca. Todo esto una sola persona y sin maquinaria pesada. Y con el añadido de tener otra tarea acuciante: la rehabilitación de la vivienda-almacén que tenía que convertirse en el centro habitable del proyecto. 

 

La primera decisión de gestión que se tomó fue recuperar el camino de acceso a la finca y centrarse, en una primera fase, en la rehabilitación de la vivienda. Una vez conseguido esto, se podría pasar a gestionar por fases la recuperación del cultivo. Pero estas son otras historias que iremos contando. 

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